La actitud de Dios hacia el mundo es de amor infinito. La actitud de Dios hacia el pecado es un odio infinito. La actitud de Dios hacia Su Hijo es un amor indescriptible, pero Él entregó a ese Hi-jo para morir por ustedes y por mí. La actitud de Dios hacia el creyente es darle vida eterna, sin importar cuál haya sido su pasado. La actitud de Dios hacia aquellos que no creen es dejarlos en la perdición que tan locamente eligen. ¿Qué elegirán hoy: vida o muerte? La gente decide esa cuestión en unos minutos; una decisión para toda la eternidad. Dios les ayude a decidir bien.
Además de ser salvos del poder del pecado, la fe real en que Jesús es el Hijo de Dios implica entregarle nuestra vida. Si Jesús es divino, si es el Hijo de Dios, si es Dios manifestado en carne, debemos entregarle todo lo que somos y todo lo que tenemos. Eso es lo que Él exige de nosotros y tiene derecho a exigírnoslo. Recuerden, ¡Jesús es el Hijo de Dios! ¿Le han entregado toda su vida a Él? Si no, ¿se la entregarán ahora?
- Reuben A. Torrey